jueves, 18 de junio de 2009

"EL TIEMPO" es el tesoro más valioso que tenemos porque ES limitado. Podemos producir más dinero, pero no más tiempo. Cuando le dedicamos tiempo a una persona, le estamos entregando una porción de nuestra vida que nunca podremos recuperar, nuestro tiempo es nuestra vida. EL MEJOR REGALO que le puedes dar a alguien es tu tiempo y SIEMPRE se le regala a la familia o a un buen amigo.

lunes, 15 de junio de 2009

Premio MEME
de Angelet

Atendiendo a la teoría de la difusión cultural propuesta por mi amiga española Angelet, en la cual me convierto en receptor de sus valores y que estoy convencido de retransmitir y difundir, conforme a las reglas de esta Meme.

REGLAS:

1. 6 cosas que te gustan de ti mismo:

-Constancia.
-Observador
-Responsable
-Espíritu aventurero
-Emprendedor
-Amistad


2. 6 cosas que no te gustan de ti mismo

-Flojo para levantarme
-La decidía
-La testarudez
-La intolerancia
-La impaciencia
-Pereza para el ejercicio físico


3.Entregarlo a todos los merecedores.

El premio Meme queda a disposición de todos quienes quieran compartir sobre si mismos.

Premio The top ten INTERNET MEMES
de María de Jesús

1. Coge el libro más cercano
2. Abrelo por la página 161
3. Busca la quinta frase completa
4. Cita la frase en el blog
5. Pasalo a otros cinco blogs


"Las tres cuartas partes de los alardes de ingenio y las mentiras de vanidad que, rebajándose, prodigaron desde que el mundo es mundo los hombres, van dedicadas a gente inferior."

El libro elegido es: En busca del tiempo perdido I. Por el camino de swann, del autor Marcel Proust.

Blogs seleccionados:

Todos las que gusten compartir su lectura...

Muchas gracias María de Jesús por tomarme en cuenta...

miércoles, 3 de junio de 2009

La mano en el desierto


Las flores más coloridas estallan jubilosas por el hecho de incorporarse al espacio sideral, al tiempo que una mano gigante acomoda el infinito, de tal modo que entre el cosmos y el caos, o entre la energía y el vacío, logran crearse imágenes inconexas que despiertan a un simio de su letargo selvático. Y a kilómetros de distancia, muy lejos de esa selva, una mujer de pechos melifluos causa estupor a su admirador que lleva noches recorriéndolos en sus sueños. Todavía más lejos, sentado en una campiña desolada, un poeta escribe inventariando todas sus pérdidas, las más inmediatas y las jamás alcanzadas. Estos acontecimientos están interrelacionados mediante una línea punteada que los lleva hacia un encuentro de palabras en el lugar menos pensado, para así alcanzar la certeza de que se acerca irremediablemente un nuevo génesis.

Por si esto fuera poco, pasan por aquí todas las ninfas que podrían resucitar a un fauno petrificado, pero ninguna se queda a escuchar la música producida por su flauta de metal. Por lo tanto, el silencio es el único amigo de esa mano que acomoda las estrellas, al tiempo que la luna prefiere ocultarse tras las nubes, y por su parte las células marchan hacia su decaimiento. Las neuronas se niegan a trabajar para un cerebro obsesionado por la sonrisa de la heroína de sueños. En consecuencia, el único soplo de vida proviene de una gota de sudor que se desliza entre las vellos de unas mejillas enrojecidas, la cual intenta abrirse paso hasta la garganta que clama agua para saciar la sed por la agitación de una carrera sin retorno y la persecución de los malos sueños.

Se aproxima entonces un perro con cabeza enorme y cuerpo enano, olfateando las marcas aceitosas del paso de una multitud. Su nariz se pega a su propio reflejo como queriendo percatarse de la existencia de un universo alterno. Los sonidos quedan prohibidos hasta nuevo aviso; las imágenes son congeladas, mientras un eclipse transcurre en medio del terror, mismo que es exagerado por la muchedumbre. Lo único que logra captarse es la silueta de una mano que menea un tonel de ideas imposibles de materializar. Queda, sin embargo, fijada la fecha para el lúgubre encuentro de esa mano con el hacha que habrá de cercenarla. Sus aciertos y triunfos serán olvidados, mientras que su principal error, el más fatídico, habrá de marcar el destino de sus cinco dedos.

Cinco son las campanadas que anuncian el comienzo de la vida en cada ciclo. Cinco son las estrellas que aparecen antes del amanecer, formando una cruz que anuncia una nueva era. El macrocosmos y el microcosmos se unen en una nueva mándala.

Tristemente, el viento del desierto trae consigo una canción llena de dudas. Las horas de frío suceden a las horas de calor, y viceversa; el peso de los minutos sucede a la carga de los segundos; el tiempo es implacable, es relativo y nada puede hacerse para poner al día el conteo ininterrumpido de granos de arena, o en su caso, en otro punto lejano, para reparar las fugas que a diario se multiplican en el barco de un marinero a la deriva. A pesar del mal agüero, el marinero no se inmuta, simplemente levanta el índice para conocer la dirección del viento; después levanta el pulgar para darle ánimos a los buques fantasma que pasan a su lado, y luego extiende el dedo anular tan sólo para comprobar el deseo de que no quedase vacío. Observa la fragilidad de su dedo meñique y la rigidez de su dedo medio, siendo éste el que precisamente utiliza para dar vuelta a las hojas de un libro que se escribe por sí mismo. Es el volumen que relata los casos imposibles, el folio que condena pasiones que pudieron haber sido y que fueron interrumpidas por líneas de la existencia que se bifurcan a dos tiempos.

Vemos así que no hay forma de flotar por encima de las horas. Tarde o temprano nuestro propio peso (o la inercia de los otros) hará que nuestras ideas se desplomen sobre el paisaje de costumbre; sobre la ciudad y sus trampas, o sobre los campos y sus relámpagos. Queda como último recurso la posibilidad de invocar la inmensidad del desierto, con todo y sus rocas milenarias que absorben los secretos del sol, desde el amanecer hasta el ocaso. Invoquemos entonces al desierto con su tierra tan seca; las montañas tan enojadas por no contar con vegetación alguna; los arbustos amarillentos y silenciosos, dispuestos a sobrevivir gracias a la brisa ocasional; el coyote y el conejo, habitantes de un paraje en donde, mediante la supervivencia, se agota hasta el último recurso.

Y sin embargo, la soledad del desierto es el mejor punto de despegue para ir al encuentro del infinito. Es el escenario ideal para abandonar la materia y convertirla en energía; deshidratarse para saltar hacia la luna convertido en un conejo místico, dispuesto a vivir de la luz reflejada desde el sol, y así enviar ocasionales rayos “iluminadores” para el insociable que busca la aquiescencia. Basta un solo destello sobre su mano, siempre y cuando su mente esté en la frecuencia correcta, para poder levantar al el vuelo hacia una felicidad continua, de ser piel en le invierno, sol en la noche y agua dulce en el mar, y de esta manera sea capaz de redactar por sí mismo los fragmentos de poemas que define los cambios infinitesimales de cada hora del día y de la noche.

Son entonces el sol y la luna del desierto los únicos elementos necesarios para despejar una mente aturdida y una mano adormilada, dejándolas listas para debatir los eventos fortuitos que han de ocurrir desde este punto de partida y hasta el fin de los tiempos.

Aquí esta esa mano que todo lo quiere definir, que todo lo quiere expresar, esa mano que mese los cabellos, que es abrigadora, y ofrece el apoyo, que invita a caminar juntos por un ideal.

Foto. Espuma en luna. Israel Durán